España no es país para científicos

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El título de este post lo he extraído de una bandera que enarbolaron dos jóvenes investigadoras en una reciente manifestación. El escudo, modificado, incluía en sus cuarteles motivos alusivos a aspectos fundamentales y tópicos (algunos recientes y otros de siempre) de la vida de nuestro país (ladrillo, toro, paella y fútbol), en lugar de los símbolos de los reinos (Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada) que, mal que les pese a algunos, dieron lugar en su día a España.

Lejos de un simple ejercicio de ironía, ese sencillo lema no hacía sino poner de manifiesto uno de los grandes problemas de la sociedad de este país y, junto con ella, de nuestros gobernantes, cualquiera que sea su extracción política, regional o religiosa: la falta de interés por la ciencia y la investigación. Una deficiencia que viene de lejos y que cabría resumir en el desgraciadamente famoso «Inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones» que Unamuno puso en boca de Román en su diálogo con Sabino, en su muy citado artículo «El pórtico del templo» (1906).

En 1922, Santiago Ramón y Cajal, nuestro único Premio Nobel español en ciencia (o el primero si en un arrebato de patriotismo nos apuntamos también a Severo Ochoa) escribió: “Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yermos de nuestra tierra y nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia.” Poco más puede añadirse para incidir en la cuestión que nos ocupa.

Una última pincelada. El B.O.E. de 23 de septiembre de 1938 publicó la Ley de la Jefatura del Estado español de 20 de septiembre de 1938: ”Sobre la reforma de la Enseñanza Media”, cuyo prólogo es harto interesante. Las asignaturas de carácter fundamental que estableció aquella ley se distribuían en siete cursos académicos y eran: Cosmología, Filosofía, Geografía e Historia, Lenguas Clásicas, Lengua y Literatura Española, Lenguas Modernas, Matemáticas y Religión. Las ciencias … ¡escasas!

Estos ejemplos no hacen sino ratificar la indiferencia de los españoles por la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i). Y ello a pesar de los indiscutibles beneficios que su ejercicio reporta. En 2009, un informe del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), una entidad pública empresarial dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad y que promueve la innovación y el desarrollo tecnológico de las empresas españolas, analizaba los efectos del I+D+i en aquellas empresas (aún pocas, desgraciadamente) que invertían en esa actividad: un aumento del 16% en productividad, un incremento del 18% en capacidad de exportación, un 10% de incremento de cuota de mercado, un 2% de mejora en el nivel de ventas a corto plazo y en generación de empleo y un 4% de reducción en la probabilidad de impacto ambiental.

Pero aunque estos números no dejan lugar a dudas, máxime viniendo como vienen de una entidad ministerial, ¿cuáles son las razones de la parca inversión que este país realiza en I+D+i? Eurostat, la Agencia Europea de Estadística, dependiente de la Comisión Europea, muestra en sus informes al respecto que España realizó un más que notable esfuerzo inversor en este sector entre 2000 y 2010, pasando del 0.91% del producto interior bruto (PIB) del país al 1.40%. Ese año 2010 marcó la máxima inversión en I+D+i medida en porcentaje del PIB. A pesar de ello, y por poner esos números en contexto, hay que señalar que en ese mismo año, Finlandia invirtió el 3.90%, Alemania el 2.80%, Francia el 2,20% y los recientemente “rescatados” Irlanda y Portugal el 1.69% y el 1.59%, respectivamente. Eso sí, invertimos más que Italia que sólo dedicó el 1.26% de su PIB a estos menesteres científicos y tecnológicos: un triunfo moral, claro.

Lo peor vino después. Mientras que algunos países incrementaron ese porcentaje durante este tiempo de crisis en el que navegamos (en 2012, el 2.92% en Alemania y el 2.26% en Francia), en nuestro caso hemos descendido al 1.30%. Y ello a pesar de que el plan de investigación europeo Horizonte 2020, que marca las directrices en I+D+i para el próximo futuro, pretende que se alcance el 3% en todos los paises de la comunidad en 2020.

Los recortes se han traducido en nuestro país en una pérdida acumulada del presupuesto global de I+D+i del orden del 30%, lo que ha supuesto importantes reducciones en las cuantías asignadas a los proyectos de investigación. Por poner un ejemplo cercano: el presupuesto asignado al proyecto con el que el Ministerio de Economía y Competitividad financia a nuestro grupo de investigación es menos del 30% del que nos concedió hace tres años, en la convocatoria anterior. Los grupos que, como el nuestro, hacen un trabajo eminentemente teórico pueden sobrellevar el embate con dificultades; para los grupos experimentales es simplemente un desastre. Y el futuro que aguarda a los jóvenes investigadores que siguen detrás nuestra es sencillamente desolador: son ellos los que más van a perder debido a esta estrategia de recortes carente de sentido. Y todo porque para nuestros gobernantes (de todos los signos) el I+D+i es un gasto y como tal, en esta época económicamente difícil, puede ser objeto de reducción, independientemente de lo que ello pueda suponer en el futuro.

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La viñeta de PAT no deja de arrancarnos una sonrisa de desesperanza o más bien de hartazgo. La estulticia de nuestros políticos en este tema es más que notable y a pesar de la obviedad no se han enterado (o no han querido enterarse) de que la Ciencia no es un lujo de países desarrollados, sino que esos países lo son porque apostaron desde un principio, sin ambages de ningún tipo, por invertir en investigación. Inversión, no gasto: esa es una clave.

Otra, no menos importante y de la que probablemente los científicos seamos culpables en parte, es la incultura de la sociedad hacia lo que es y lo que significa la ciencia y la investigación. Desde hace unos años se vienen desarrollando diversas actividades (Semana de la Ciencia, Noche de los Investigadores, etc.) que tienen por objeto acercar esa parte de la cultura al ciudadano. El esfuerzo de los que hemos participado en dichas actividades conlleva la recompensa de ver que lo que hacemos interesa a la gente cuando se le cuenta de manera adecuada. Perseverar en ello debe ser una obligación de los que recibimos fondos públicos para financiar nuestra investigación.

Recién estrenado 2014 sólo queda esperar, con un poco de optimismo, que los presagios de los hechos recientes no se cumplan y que en lo que respecta al I+D+i sea posible volver, antes de que no tenga remedio, a una senda más acorde con lo que nuestro país representa en el contexto internacional. Esperar en definitiva que España sí sea un país donde investigar con garantías.

Acabo con una frase del abogado austríaco Peter F. Drucker que es el lema del grupo “Granada por la Ciencia” que se ha constituido recientemente: ”El futuro llegó ayer y tiene nombre compuesto: conocimiento, innovación, eficiencia, calidad, honestidad y rapidez”. Sencillo y obvio: hagámoslo nuestro pues y procedamos en consecuencia.

14 Respuestas a “España no es país para científicos

  1. Gran artículo y una vergüenza lo que pasa en este país. Yo no soy científico de profesión pero si de vocación y me da mucha pena que todos los grandes científicos que tenemos o que tendremos en unos pocos años se tengan que ir para poder progresar porque en este país es más importante ver a unos tipos dando patadas a un balón que la educación.

    • Es así de lamentable y, lo que es peor, no tiene visos de solución ni a corto ni a medio plazo … tendríamos que empezar a hacer un esfuerzo titánico para que las cosas empezaran a cambiar y nuestros bisnietos pudieran disfrutar de una situación más halagüeña que la que vamos a vivir en los próximos años … el daño que están haciendo a la sociedad en general no tiene perdón posible.

    • No sólo pasará factura, a todos los niveles, sino que esa factura será cobrada en tiempo y forma, con los intereses correspondientes, y la pagaremos los de siempre.

      • Que la pagaremos los de siempre es lo más probable; en cuanto a todos los «niveles» ojala tuvieses razón y que al menos, pase factura de una manera más equitativa y de sentido común; ya sabemos que no caerá esa breva. Me ha gustado la entrada, felicidades.

    • Pues así creo que será Xavi, el problema es que me da la impresión que ese corto plazo que mencionas está ya aquí de lleno y si no que se lo pregunten a los chavales que acaban sus estudios e intentan encontrar un empleo dignamente remunerado.

  2. «que, mal que les pese a algunos, dieron lugar en su día a España.»
    Yo creo que este tipo de comentarios sobran, porque puede crear polémicas que alejen a este blog de su objetivo final. Desde las Vascongadas.

    • Muchas gracias por tu llamada de atención. Era consciente al escribir eso de las posibles consecuencias, pero dados los tiempos en los que estamos, en los que la historia se desmiente en uno u otro sentido, un día sí y otro también, por una y otra parte, no me parece «fuera de lugar». En cualquier caso, pido disculpas si alguien se ha podido sentir molesto. Creo de todas formas que no es sino un detalle muy menor del post que tiene escasa importancia en relación con el tema del mismo.

    • No conocía el video y me parece excelente … No hay mucho más que añadir: este es el país que nos están dejando … Y al parecer a poca gente le importa …. Claro, que como diría la ministra de trabajo, en el fondo, no es más que movilidad exterior de nuestros jóvenes … ¡Qué pena que no se mueva ella!

  3. Es cierto que el apoyo a la investigación no parece haber estado entre las prioridades de las distintas administraciones (debe ser que era más importante poner un canal de televisión en cada comunidad autónoma, hacer aeropuertos fantasma o perdonar deudas millonarias a los clubes de fútbol, por ejemplo), pero las cifras que da Antonio sobre inversión en I+D de distintos países incluyen si no me equivoco la inversión pública y la privada, y al parecer la inversión privada en I+D en España también es muy pequeña comparada con la de otros países de nuestro entorno.

    Supongo que una razón es que en otros países hay más empresas de base tecnológica, mientras que en España el turismo tiene un peso comparativamente mucho mayor y es lógico que una empresa de hostelería no invierta en I+D igual que una empresa tecnológica.

    Pero también tengo la impresión de que en otros países hay una predisposición mucho mayor para la colaboración entre entre la industria y las universidades u organismos de investigación. No sé si será que aquí tenemos más aversión al riesgo y somos más amigos del dinero fácil, o si será que aquí hay más trabas burocráticas para crear “spin-offs”, o si será que la mayor parte de la comunidad científica española vive en su sacrosanto mundo académico preocupada sólo por publicar en revistas con factor de impacto y sin mucho interés en buscar colaboraciones con la industria o resolver problemas que puedan ser de interés práctico. Probablemente será un poco todo.

    Por poner un ejemplo relacionado con la física médica, en nuestro país hay algunos grupos muy buenos que trabajan en métodos de Monte Carlo aplicados al transporte de radiación, hay también auténticos especialista en radiobiología, pero su trabajo está orintado de forma estrictamente académica y rara vez se plasma en herramientas prácticas. Si estuviéramos en Suecia o Estados Unidos no tardarían en aparecer empresas dedicadas a implementar ese conocimiento en herramientas informáticas comerciales.

    Es cierto que la inversión pública en I+D es escasa, pero creo que también tenemos un problema de transferencia de conocimiento de la universidad a la industria. Echar toda la culpa de la situación a otros es lo más fácil, pero probablemente no sería malo que todos los estamentos hicieran algo de autocrítica y se preguntaran en qué medida podrían ser, quizá, corresponsables de la situación actual.

    • Los problemas en el sentido que señalas son, efectivamente, numerosos. La tradición de las empresas del país (obviamente, aquéllas a las que le correspondería) en I+D+i ha sido escasa, como también lo ha sido la transferencia de conocimiento de la universidad a la industria. En los últimos tiempos esto había empezado a cambiar de manera notable y cada vez más frecuentemente uno se encontraba con grupos de investigación con muy buenas relaciones de colaboración en I+D+i con empresas (en algunos casos de alto nivel). En este cambio ha jugado un papel relevante la financiación pública, que en los últimos años ha favorecido la creación de estos grupos mixtos de trabajo y, en mi opinión, ha puesto las bases para que las empresas empiecen a «creer» en los beneficios que supone invertir (también desde el sector privado) en investigación. Un indicativo de este cambio es el crecimiento del número de empresas spin-off que se han constituido (a pesar de las dificultades burocráticas) en los últimos años. Cómo van a afectar los recortes masivos a este avance creo que, por desgracia, es más que previsible.

      Mi experiencia en transferencia es escasa y la poca que tengo ha tenido sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. Uno de los problemas es la dificultad de entendimiento debido a la diferencia de lenguaje. Otro está en las dificultades de procedimiento. Por poner un ejemplo: si una empresa quiere contratar a un investigador para realizar un trabajo concreto lo puede hacer casi de un día para otro. Si lo mismo lo queremos hacer en la universidad, necesitamos casi tres meses, como mínimo (dado que es necesario publicar el concurso, agotar los plazos de presentación de candidatos y recursos, realizar el concurso propiamente dicho, proclamar al ganador, proceder a la firma del contrato, etc.)

      Que desde las universidades debemos hacer un esfuerzo por abrir nuestras puertas a las empresas es un convencimiento personal (y creo que también institucional) y cada vez se trabaja más y mejor en este sentido. De igual manera, sería deseable un cambio generalizado de actitud entre los empresarios hacia involucrar la I+D+i en la vida diaria de sus empresas.

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