En la primera mitad del siglo XX era frecuente encontrar en los primeros capítulos de los libros dedicados a la radiología médica ejemplos de aplicaciones muy variadas de la radiactividad. Quizá resultaba para los autores una forma útil de introducir al lector profano un fenómeno, la radiactividad, haciéndolo más familiar, aliviando la aridez de la física relacionada que se solía emplear en el resto del texto.
Así, en la mayoría de los libros se ilustraban algunas aplicaciones del radio y otros elementos radiactivos naturales con fines industriales o de consumo, además de las propiamente médicas.
Lo cierto es que en las primeras décadas del siglo XX lo radiactivo tenía prestigio. Tanto que se presentaba como un potente reclamo publicitario de innegable éxito. Pero cabe suponer con muy escasos resultados prácticos en la mayoría de estas aplicaciones, por no hablar de los perjuicios que podían suponer para los usuarios de estos artículos de consumo, dado su carácter radiactivo.
La publicidad de estos cachivaches radiactivos reclamaba unos atributos que aparecían para el público con propiedades mágicas y milagrosas, cosa que cambió radicalmente tras la Segunda Guerra Mundial, cuando lo «nuclear» tomó un cariz totalmente diferente.
Perdiendo el tiempo por internet, encontré alguna colección de artículos de consumo con una característica común: todos eran radiactivos. No puedo dejar de compartir con vosotros la estupefacción que aún me produce observar la mayoría de ellos, y en los casos más extravagantes, incluso una cierta sensación malsana de morbo. Me imagino a un inventor, tipo el bondadoso e imaginativo profesor Franz de Copenhague, pero que en su afán se pervierte, y termina construyendo a la María de Metropolis. Sólo que aquí la fuerza motriz no es la electricidad, sino esa rara fuente de energía radiante misteriosa y desconocida.
Alimentación y golosinas
Cosméticos
Artículos de higiene
Medicamentos y rehabilitación
Ropa
Otros
Esta extravagante colección de artículos, a pesar de que se nos muestran con el rico colorido de las fotografías rescatadas de internet que los ilustran, me causan una sensación, en su deterioro y fragilidad, como objetos olvidados, perdidos y recuperados, descubiertos en su escondite, rescatados de su olvido, sin función, y en muchos casos sólo como vacíos envases y simples estuches de las potencias que anunciaban. Pero también los veo ahora a salvo de esas policías reguladoras, al estilo de las requisas de Fahrenheit 451, que en estas décadas han sufrido, y son testimonio de una época pasada con un estilo de vida alegre y optimista.
Siempre me ha llamado la atención el hecho que el año 1895 haya quedado en la historia como hito, en que surgen dos hechos que influirán profundamente en la historia del siglo XX: la primera proyección del cinematógrafo de los hermanos Lumiére en febrero en París y la presentación pública en diciembre de ese año en Wurtz, Alemania, del descubrimiento de Roentgen de una nueva forma de radiación, que denominó X.
Ambos fenómenos, tan diferentes entre sí, tuvieron un éxito fulgurante y universal. Uno modificó profundamente la historia de la comunicación humana y el otro la práctica de la medicina de forma casi inmediata y más lentamente también abrió la puerta del conocimiento de la materia y las fuerzas que la gobiernan.
¿Somos tan diferentes de nuestros abuelos?
No lo creo, basta ver en la publicidad actual, como la recogida en la página de una revista de hace unos meses, donde para anunciar la enésima solución mágica para perder peso, no dudan en anunciar “esculpir el cuerpo”, como si la modelo de la foto necesitase de ningún tratamiento añadido.
Pero lo que me llamó la atención del anuncio, en un segundo lugar, fue el artilugio que se observa parcialmente, que me recuerda a una acelerador lineal, quizás con los láseres un poco cambiados. Mi curiosidad me llevó a leer la letra pequeña y la descripción del cacharro era asombrosamente precisa “…con la energía que genera un aparato tecnológicamente avanzado”. Pero ojo, eso sí, la «remodelación corporal avanzada» está disponible sólo en clínicas caras.
Esa fascinación por lo nuevo, lo hermoso, forma parte de la naturaleza humana, como también la codicia y la ambición. Veamos pues a estos “cachivaches radiactivos” no sólo como un anacronismo, que lo son, sino también como una muestra más de la capacidad humana de su infinita curiosidad, imaginación e ilusión.
Muy bueno, Bonifacio, qué colección de imágenes para ilustrar presentaciones. Comparto tu reflexión final completamente, y ver esta colección de cachivaches que traes me produce cierta simpatía y complicidad. La magia es un fenómeno humano y creo que comparte al menos algunos «genes» con otras características humanas más positivistas. Es como el «reverso tenebroso» del intelecto y en su semiología podemos buscar las claves para un diagnóstico patológico de nuestro universo racional. Pienso también cuales de las cosas que hoy nos parecen «aceptables» serán motivo de un post similar dentro de cincuenta o cien años.
Por cierto, ¿sabes si venden aun esos supositorios? :-D
Querido Manolo, puedes escribir a la dirección de Denver que figura en la caja. No lo intentes en eBay, te los pueden vender caducados.
Tienes razón, la magia nos acompaña siempre, pero nunca se sabe, hoy es noche de Reyes. Un abrazo.
¡desde luego que sí! feliz noche de reyes a todos.
me refiero a: «por supuesto que sí, es noche de reyes» no a «por supuesto que sí, escribiré a esa dirección de Denver», no vayamos a confundir, Bonifacio, ¡que era pura curiosidad! ¿eh?
Vale machote!
Un report muy ilustrativo. Qué cantidad de publicidad «engañosa». Lo mismo que ahora con las lociones adelgazantes, anti estrés y demás. También me recuerda a la propaganda que se hizo en EE.UU. con la producción de Walt Disney «nuestro amigo el átomo», vaya amistades!
Me pregunto igual que Manolo si estaremos ahora administrando algunos tratamientos que tengan efectos aun desconocidos.
Gracias Xavi. La peli de Disney es una delicia. Y su argumentación de fondo es fácilmente asumible actualmente. Nunca se ha destacado Disney por planteamientos muy críticos. Hay que enmarcarla en la política que inauguró el presidente Eisenhower con su discurso en Naciones Unidas de finales de 1953, que dio lugar al prograrma «Átomos para la paz». Era la contrapartida que ofrecía EEUU a la extensión de la guerra fría con la bomba H y que desencadenó la carrera de armamentos nucleares y la teoría de la destrucción mutua garantizada como punto de equilibrio..
Link video Walt Disney:
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que buena esta peli y que grande Disney, Xavi. Gracias por traerla aquí
Muy interesante tu post, Bonifacio, sobre los usos y abusos de la radiación en tiempos pretéritos. Algunas cosas son realmente llamativas. Por completar la serie, os adjunto aquí dos cosas que encontré hace ya tiempo y que conservo en mis notas de radiactividad. Se comentan por sí solas.
El primero es un artículo de un periódico titulado «La Ilustración Española y Americana» y data de marzo de 1906.
Haz clic para acceder a blq.pdf
El segundo es un link sobre un artefacto que se usaba en las zapaterías en los cincuenta.
http://www.unabrevehistoria.com/2008/04/prubese-aqu-sus-zapatos-tenemos.html
Antonio, no van los enlaces. ¿Los puedes actualizar?
Gracias Antonio. Los usos exóticos de los RX muy bien darían para otro post. Pero lo del doctor de Filadelfia que citan en la revista es bestial. Se me ocurre que el método puede ser reversible: conseguir que la piel blanca se vuelva negra necrótica, pasando por un eritema sonrosadito. El bronceado artificial con UVA no sería muy ajeno.
Pero en absoluto estoy de acuerdo con que una Venus de ébano no pueda ser un ideal de belleza.
Una entrada de lo más curiosa, si bien nunca habría pensado que se vendieron en su día artículos para uso público y radiactivos de forma tan directa, no deja de ser mágico como bien mencionas, propiedades desconocidas.
Muchas gracias por el trabajo en recopilación y el texto correspondiente, ha quedado una realmente muy interesante entrada.
Gracias, me alegro que te haya gustado.
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Nunca dejará de asombrarme la osadía humana. La gente, en general, nos tragamos cualquier tipo de publicidad o elucubración dándola por verdadera y benévola, cuando la avalan estudios sesudos y doctores de dudosa ciencia. En muchos casos ocultan cosas tan malas como la radiación ionizante directa que proporcionaban esos productos de los que he quedado estupefacto. Lo de los rayos X en las tiendas de zapatos lo sabía pero esto, lo dicho Esupefacto.
Felicidades por la estupenda información Bonifacio.
Un saludo