Hay que reconocer que nuestro dilecto Sr. Ministro de Educación, Cultura y Deporte, D. José Ignacio Wert Ortega se las arregla estupendamente para gobernar un festín tras otro con tanta asiduidad que uno se pregunta si es “a cosa hecha” o por “torpeza intrínseca”. El último de los saraos a los que nos ha conminado a acudir (con el, al parecer, beneplácito de todo el gobierno, D. Mariano, claro, a la cabeza) es el del cambio en los planes de estudio universitarios: apenas hace como quien dice sólo tres días que, a la sombra (que no luz) del Plan Bolonia, abandonamos las Licenciaturas para desembarcar en la estructura de Grado, casi todos de 4 años de duración o 240 ECTS, (1 ECTS es la unidad de medida que permite valorar el “tamaño” de las asignaturas; equivale a 10 horas de trabajo del estudiante. ECTS es el acrónimo de European Credit Transfer and Accumulation System) más Máster (casi todos de 1 año de duración o 60 ECTS) cuando, de pronto, de la noche a la mañana (bueno, no tanto, porque llevamos varios años con el runrún de la inminente aprobación de la cuestión), nos abocan a un nuevo cambio.
Ahora se nos introduce en una de esas situaciones que tanto gustan a los latinos: cada cual puede hacer lo que le venga en gana (¡que viva la democracia y el hecho diferencial, oiga!). Que se quiere mantener la situación de 4+1, pues que se mantenga. Que se quiere cambiar por las razones que sean, pues ahí tenemos una nueva opción: grados de 3 años y másteres de 2. Y la gente va y se rebota, claro. Pero antes de entrar en las razones del cabreo quizá merezca la pena retrotraerse unos años y situarse justo antes del último cambio.
Debo confesar que cuando el Plan Bolonia nos rodeó por todos lados, forzándonos a cambiar (al menos a intentarlo) en muchos aspectos docentes, organizativos y estructurales, yo me sentí optimista: ¡al fin vamos a tener algo coherente, al fin vamos a homologarnos a todos los niveles con nuestros colegas europeos! La sensación duró bien poco. Lejos de confluir a unos planes de estudio con los mismos contenidos básicos en todos los países comunitarios, la autonomía de cada país, de cada región, de cada universidad dejó Bolonia, casi exclusivamente, en el denominado “Suplemento Europeo al Título”, un documento adjunto al título universitario en el que se reflejan los resultados del aprendizaje y los conocimientos y competencias acreditados al estudiante y cuyo propósito es mejorar la “transparencia” internacional y facilitar el reconocimiento académico y profesional de las calificaciones obtenidas por él. “Na’ pelao”, diría uno que conozco.
Pero en nuestro país la cosa tuvo otras dos connotaciones que contribuyeron (en mi opinión) a que el desastre fuese aún más completo. Primero, en lugar de optar por una estructura de 3+2, que es la que se adoptó en países como Alemania, Italia, Francia, etc., aquí tuvimos a bien ir al 4+1 con razones de lo más peregrino y sin pensar en el tremendo perjuicio que esto podía ocasionar a nuestros estudiantes. Para que podamos hacernos una idea menciono una situación que tengo muy próxima en el tiempo. Imaginemos que queremos poner en marcha un máster Erasmus+, un tipo de máster internacional europeo de excelencia que debe involucrar a universidades de varios países. Forzosamente, este tipo de máster ha de ser de 2 años o, mejor, de 120 ECTS, ya que los estudiantes europeos, no españoles, están obligados a esa duración, a ese número de ECTS para obtener su título (porque en su grado han cursado 180 ECTS y tienen que completar 300 ECTS). ¿Y los españoles? Pues si quieren hacer ese máster deben cursar los 120 ECTS, pero como ellos ya han hecho 4 años de grado (es decir 240 ECTS), al acabar habrán tenido premio: ¡un año adicional, 60 ECTS, de matute! Lo mismo le pasa a aquellos esforzados españolitos que tienen la ocurrencia de irse a una universidad allende los Pirineos (o incluso a Portugal, ¡oiga!) a completar su grado con un máster. Pero, además, la estructura 4+1 tiene otra “ventaja” ya que dificulta enormemente que un estudiante foráneo venga a cursar un máster en España porque no cursaría el número suficiente de ECTS para que el título le fuera reconocido a su vuelta en su país de origen. Evidentemente, hemos inventado chapuzas varias para solventar la cuestión, pero siempre he tenido en mente el parecido de esto con el cambio del ancho de las vías del tren al llegar a las fronteras con Francia. Según las informaciones que desde hace unos meses retransmite Radio Macuto por los canales habituales, en Alemania están pensando pasarse al 4+1, pero creo sinceramente que nos hace falta el 3+2 como el comer. Entonces, ¿por qué tanta protesta?
Esa pregunta nos lleva a la segunda connotación importante: los costes. Recuerdo que cuando se discutían los cambios que había que realizar para pasar a los nuevos planes de estudio, todas las autoridades implicadas juraban y perjuraban que no habría incremento de los precios, que los másteres costarían lo mismo que los cursos de grado. Pero esto no ha sido así. Para empezar hemos de ser conscientes de que los precios de las enseñanzas universitarias son establecidos anualmente por los gobiernos de las Comunidades Autónomas. Y tantos éstos, como el gobierno del país, como las propias autoridades académicas universitarias, vieron enseguida que las matrículas de los másteres podían ser una fuente nada desdeñable de ingresos. Y se pusieron manos a la obra. He consultado las páginas de algunas universidades y en la tabla siguiente os muestro los costes de las matrículas de grado y máster por crédito.

Los datos de esta tabla corresponden a la primera matrícula en el grado de Física (o similar) y en másteres del área de la Física en el curso académico 2014/15. Aquí no se incluyen los costes de servicios administrativos (apertura de expediente, tarjeta universitaria, etc.) ni el seguro escolar. Espero no haberme equivocado porque en algunos casos es difícil extraer la información (pido disculpas si alguno de estos datos no es correcto).
La primera cuestión que llama la atención es la gran diferencia existente entre comunidades autónomas. En grado, el precio más caro es el de Cataluña, el más barato el de Andalucía y entre ambos hay un factor de casi 3. En máster, el crédito más caro vuelve a ser el catalán y el más barato el balear con un factor de más de 2 entre ambos. La media para el crédito de grado en Física español es de aproximadamente 20±6 € y el de máster 42±12 €, un factor 2 entre uno y otro. No soy capaz de entender el porqué de esta duplicación del coste si no es el ánimo recaudatorio a que antes me he referido. Particularizando vemos que el precio del crédito de máster cuesta entre 2,8 (Andalucía) y 1,8 (Baleares) veces más que el de grado: ¡esto es un claro y evidente incumplimiento de la promesa a la que antes me he referido!
En lo que a las grandes diferencias existentes entre los precios de las matrículas de las distintas comunidades, uno podría pensar que son debidas a la diferencia de “calidad” entre unas universidades y otras. Es esta una débil razón ya que, insisto, los precios son autonómicos y no para cada universidad independiente y se hace difícil pensar que todas las universidades de una comunidad autonómica concreta tengan el mismo nivel de excelencia y sean mejores o peores que todas las de otra. Pero hay un ejemplo excelente que me coge muy cercano: el máster interuniversitario en Física Nuclear. Este máster está coordinado por la Universidad de Sevilla y en él participan además las universidades de Salamanca, Barcelona, Granada, Complutense de Madrid y Autónoma de Madrid y, también, el CIEMAT y los institutos de Estructura de la Materia (Madrid) y de Física Corpuscular (Valencia), ambos del CSIC. Como puede verse en la última columna de la tabla anterior, el precio del crédito de este máster es de 35,30 € en las universidades de Sevilla y de Madrid (las universidades madrileñas respetan el precio establecido en la universidad coordinadora), algo más caro en la de Salamanca y casi el doble en la de Barcelona: mismo profesorado y mismas asignaturas impartidas en el mismo lugar a todos los estudiantes (independientemente de dónde se matricularon). No se puede explicar, no tiene sentido, pero es lo que tiene este país nuestro, ¡oiga!
Y llegamos por fin a las protestas de los estudiantes (y de otros que no lo son ya). Es evidente que con esta política de precios, pasar de 4+1 a 3+2 no es gratis. Casi para cualquier cosa que los estudiantes quieran hacer una vez concluidos sus estudios de grado (por ejemplo, hacer el doctorado o presentarse al examen de especialista en radiofísica o tratar de acceder a dar clase en secundaria y bachillerato), deberán acreditar haber cursado (y aprobado, claro) un máster. Oír por tanto al señor ministro decir que el cambio abarataría los estudios universitarios es, cuando menos, vomitivo. Pero la protesta es, en mi opinión, equivocada: los precios del crédito de grado y de máster han de ser los mismos como se prometió en su día y como ocurre en otros países. Es en ese sentido en el que habría que incidir ante el ministerio, las comunidades autónomas y las universidades. Eso sin olvidarse de que un punto fundamental es que pasemos racionalmente al 3+2 y podamos tener una homologación real con el resto de países europeos.
Antonio, muy acertada tu reflexión. Queda claro que el modelo bueno es ir al 3+2 sin que ello suponga un perjuicio para los estudiantes. Comentas que en Europa la situación es diferente. A mí me consta que en Francia el precio del crédito es mucho más barato y que además cuesta lo mismo el grado que el máster. ¿Es en el resto de los países también así?
Gracias Naia. Por lo que conozco es así: en países como Alemania, Italia y Francia no sólo es más barato que aquí, sino que máster y grado cuestan lo mismo. La convergencia con Europa, en este tema, debería empezar por los precios, pero no sabemos si, como piensan algunos, todo esto no es más que una «maniobra orquestal en la oscuridad» para reducir el número de alumnos de las universidades públicas y dar cancha a las privadas. En fin, malos tiempos para lo público.
Magnífico post, Antonio. Describe con claridad una situación que, desgraciadamente, nuestros políticos están creando en todas las facetas de la vida pública y que, o bien es el resultado de una falta absoluta de criterios que trae como resultado una continua huida hacia delante, o bien es una perversa maquinación para repartir entre sus amigotes el resultado del relativo estado del bienestar conseguido con esfuerzo durante treinta años. Y, puestos a elegir, no sé si es peor tener gobernantes malvados o gobernantes tontos, la verdad.
Entran ganas de decirle al señor ministro de Educación y Cultura que, ya que se crece con el castigo como el toro, se pase por Tordesillas. A ver si el lamentable espectáculo de «El toro de la Vega» le resulta «culturizante». Con algo de suerte, nos lo lancean un poco.
Gracias Rafa. Estoy contigo en que no debemos cerrar la puerta al optimismo, pero llevo algún tiempo pensando seriamente que nada se está dejando al albur de la aleatoriedad y que todo es parte de un plan sistemático de «destrucción masiva» de eso que se ha dado en llamar «bienestar». Y lamentablemente los esfuerzos se concentran con intensidad en la enseñanza y la sanidad, probablemente los dos pilares que permiten dilucidar cuándo una sociedad es realmente puntera (eso es lo que yo pienso, claro). En cualquier caso es lamentable y en pasadas vidas hemos de haber sido muy malvados para que ahora nos toques estos no-dirigentes de pacotilla.
Magnífica entrada, Antonio. El sistema 3+2 es el que nos permitiría la homologación necesaria. Además, hablando con más generalidad, es mejor para personas a las que les atraen los estudios universitarios pero no desean o no pueden pasar tanto tiempo estudiando (recordad aquellos maravillosos cinco años). El sistema les permite acceder antes al mercado laboral con un título superior y luego perfilar su currículum, si les hace falta, con un máster.
Pero como bien decís el precio debería ser el mismo.
Gracias Juan. Lo que dices respecto a acceder al mercado laboral con la titulación de 3 años podría dinamizar la situación, pero me temo que en las condiciones que tenemos ahora prácticamente todo el mundo se va a ver abocado a hacer un máster: de ahí que lo de los precios pueda ser crítico; pero es, sin duda, de juzgado de guardia, por no decir algo más fuerte.
Pues me resulta muy frustante, ya que tenemos el salario mínimo interprofesional más bajo de Europa y las matrículas universitarias más caras.
La decisión del 3+2 debería consensuarse en toda Europa, así como dices Antonio, igualar currículums de los grados y másters.
Qué hay de la autonomía universitaria? No se puede forzar a imponer el 3+2?
Cómo beneficia esto a la universidad privada? Porque por ahora la pública española goza de mayor reputación.
Lo de igualar los currícula sería lo lógico: era lo que esperábamos, pero obviamente estábamos «por detrás del espejo, con Alicia». ¿Se puede forzar a imponer 3+2? Pues evidentemente que sí: se impuso el 4+1 hace unos pocos años. Lo de dejar libertad (que cada cuál haga lo que le venda en gana) es, en mi frustrada opinión, otra maniobra más del contubernio contra lo público:
a) deja que todo sea un desbarajuste (y, a menos que cambien mucho las cosas, lo será porque para eso nos pintamos como nadie); b) haz que, de facto, el número de estudiantes de las universidades públicas se reduzca enormemente (no olvidemos que hace unos días, la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, nos amenizó la mañana diciéndonos que el actual modelo universitario “no es sostenible”), y
c) las privadas recolectan la gente que se queda fuera (lo que costará penas a todas las familias)
Aquí os dejo un link con unos datos interesantes al respecto:
http://www.eldiario.es/sociedad/universidad-espanola-barata-insostenible_0_360464706.html
Magnífico post Antonio. No puedo estar más de acuerdo contigo, aunque realmente me gustaría no estarlo; en esto y en tantas otras cosas «tocadas» por los políticos, iba a decir en los últimos años, pero ya se me hacen infinitos esos años…
Es verdad. Empezaron con Bolonia. Y lo que parecía que pudiera ser una buena historia quedó, está quedando, en una pantomima. Para empezar, comenzaron los estudios de posgrado (másteres para empezar) antes de que acabaran los primeros grados. Así convivían las licenciaturas de 5 años con los másteres de un año, pensados para los futuros grados de 4. Eso sí, todo en créditos ECTS, que después de mucho rollo quedó en dividir por 10 las horas antiguas.
Para favorecer más la CONVERGENCIA, así en mayúsculas, en cinco o seis años (de 2005 a 2011) cuatro Reales Decretos cambiaron sucesivamente los planes de posgrado. Ahí nos tenéis a los incautos de a pie que nos creímos Bolonia, haciendo VERIFICA (también en mayúsculas) tras Verifica (documento para proponer un título de estudio). Eso sí, cada vez más complicado, cada vez más papeles, aunque siempre la información relevante fuera la misma: una décima parte del total (por decir mucho). Y dentro de cada uno de los distintos formatos exigidos por los sucesivos RDs, había que averigüar la tendencia del pensamiento de los políticos de turno; que si era mejor másteres nacionales, que si era mejor totalmente locales…
No sé Antonio, entonces no era cuestión de dinero (¿o sí?). Simplemente era una mezcla de tontuna cateta y endiosamiento lo que conducía a continuos cambios e improvisaciones. Si ahora, además, le añadimos las perras… ¿qué quieres?
Y, para terminar, ¿cuánto te apuestas a que entramos al trapo, qué volvemos a aplicarnos a hacer los verifica, o como se llamen ahora, de turno? ¿Y si nos plantamos?
Hemos hablado de esto tantas veces, Maribel, que se me hace raro hacerlo por aquí. Los sucesivos cambios de decretos sólo cabe entenderlos en el afán de los no-dirigentes en dejar su traza en la historia (¡mal dolor les dé!!!) De la burrocracia creciente y asfixiante mejor no hablar. Sólo puedo decirte que espero poder mantenerme al margen de la nueva movida y que estoy contigo en que es la hora de plantarnos de una vez.
Enhorabuena por el post, creo que toca un tema de tremenda actualidad y lo hace con la agudeza que merece, para poner el dardo en la diana. Pero hay dos cosas que no veo claras. La primera, ¿como puede beneficiar esto a la universidad privada? no creo que los precios de la privada sean mejores que los de la pública. La segunda, ¿como pueden ser distintos los precios de los máster? ¿quien los establece? Si son las universidades, como cabría pensar, podremos culpar al ministro de haber pasado de 1 a 2, pero si lo hacemos estaremos cayendo en aquello que criticamos, es decir, que el problema no es 1 o 2, sino el precio del crédito en esos cursos, en cuyo caso la crítica debería dirigirse a los organismos autónomos que lo establecen.
El beneficio de las privadas lo veo en que, como decía en una de las respuestas más arriba, el tema de los precios podría no ser sino una parte de la estrategia: se suben los precios porque el sistema es insostenible, se cierran plazas y se limita el número de estudiantes en la universidad pública a precios bajos (de nuevo) y el resto que no acceda a la privada: los padres harán (como siempre han hecho) maravillas para que sus hijos vayan a la universidad, cueste lo que cueste y podremos sentirnos como en un film americano.
Como digo en el post, los precios los establecen los gobiernos autonómicos cada año en decreto que se publica en los respectivos boletines oficiales. Pero el gobierno central no hace nada: y se dan los absurdos que comentaba en el post: doble coste por recibir exactamente las mismas clases. Y las universidades son co-partícipes del desmán en muchas ocasiones. En este caso se trata de trincar pasta y todos (y esa es mi opinión) estiran hasta donde creen que pueden. Es lamentable.
Gracias Antonio por tu artículo. Ciertamente el sentimiento que nos deja es el enfado; pero déjame que haga una broma que, naturalmente, lleva su retranca: hace muchos años ya, estando en un local de copas en el que las «consumiciones» se apuntaban en una tarjeta, con su correspondiente precio, y tras haber tomado varias iguales, pedí explicaciones por la diferencia de precio entre ellas. El camarero, ni corto ni perezoso, ¡me las puso todas al precio más caro!
La moraleja: no hay que ir adonde no se debe !!!! O pagar de una en una … En fin, la situación es absurda, pero como tantas otras en este país.