El descubrimiento de los rayos X por Röntgen en noviembre de 1895 tuvo un tremendo impacto en la práctica de la medicina. A él le debemos el nacimiento de una nueva y completa disciplina médica: la radiología, en sus especialidades diagnóstica y terapéutica.
Los orígenes de la radiología diagnóstica han sido bien dilucidados y la secuencia cronológica de su avance está bien establecida. Por ejemplo, no se cuestiona que fue el propio Röntgen el que registró la primera imagen de la anatomía interna producida con rayos X. Sin embargo, los orígenes de las aplicaciones terapéuticas son menos conocidos y están rodeados de controversia. Algunos de los intentos precoces de su uso terapéutico de los rayos X no tenían una justificación lógica que los respaldara debido a que nuestro conocimiento de la naturaleza biológica de los efectos de los rayos X tardó mucho más tiempo en desarrollarse de lo que lo hizo en brotar la idea de la aplicación terapéutica de esos rayos. Por esta razón, alguno de los pioneros que serán presentados a continuación no son considerados por muchos como los precursores de la radioterapia. La literatura histórica sobre estos primeros intentos puede restringirse a cuatro personas: Emil H. Grubbé, Leonhard Voigt, Victor Despeignes y Leopold Freund.
Emil H. Grubbé, un emigrante alemán en Chicago, aseguró haber realizado el primer tratamiento con rayos X el 29 de enero de 1896, siendo estudiante de medicina. La paciente sufría un carcinoma recurrente de mama. El primer documento del que se tiene conocimiento sobre este evento es un artículo que el propio Grubbé escribió para el Congreso de Radiología de Chicago 37 años después. También informaba de que sólo un día después de ese primer tratamiento, un segundo paciente era tratado de lupus vulgar. No existen registros originales de dichos tratamientos, ni sus médicos registraron mejoría alguna en los pacientes. Ambos fallecieron en el plazo de un mes. Es llamativo el hecho que estos casos no fueran descritos anteriormente por el propio Grubblé cuando ya realizó publicaciones versando sobre radioterapia a principios del siglo XX.
En orden cronológico nos encontraríamos después con el médico alemán Leonhard Voigt. Este informó a la Sociedad de Médicos de Hamburgo que en febrero de 1896 había tratado a un paciente de cáncer de nasofaringe inoperable utilizando rayos X en sesiones de 30 minutos aplicadas dos veces al día, en un total de 80 sesiones. Voigt observó una reducción del dolor del paciente, lo que le permitió reducir la dosis de morfina que utilizaba habitualmente. No se tiene informe clínico original del tratamiento ni datos identificativos del paciente. Voigt no aportó detalles técnicos del tratamiento. Tampoco hay datos claros sobre la justificación del tratamiento.
Existen publicaciones de esa época sobre estudios in vitro y con animales sobre el efecto bactericida de los rayos X. La mayoría de ellos concluían resultados negativos. Sin embargo, entre abril y junio de 1896, Lortet y Geund, dos médicos de Lyon, inocularon la bacteria de la tuberculosis en la piel de cobayas. Parte de ellos fueron irradiados en dicha zona de la piel con rayos X durante una hora diaria. El resto de cobayas desarrollaron la enfermedad, como era de esperar, pero los irradiados no lo hicieron. Este hallazgo sirvió de inspiración a Victor Despeignes, Decano de la Facultad de Medicina de Lyon, el cual fue probablemente el autor del primer artículo sobre radioterapia publicado el 26 de julio de 1896. En el artículo describe el caso de un paciente de 52 años con un tumor avanzado de estómago que es tratado con rayos X desde el día 4 al 12 de ese mismo mes. El paciente fue tratado dos veces al día durante media hora. El equipo que utilizó estaba construido con una batería de 6 celdas, una bobina de inducción y un tubo de vacío, similar al empleado por el propio Röntgen.
Al final del tratamiento Despeignes reconoció una «considerable mejoría» en la condición del paciente al reducirse el tamaño de la lesión. El paciente falleció 12 días después y la autopsia no mostraba reducción de tamaño de la lesión. Muy probablemente la reducción de tamaño valorada por Despeignes se debiera a una severa reacción de la piel ya que el equipo utilizado no podía trabajar a regímenes mayores de 20 kVp y por tanto, su efecto más allá de los primeros milímetros de profundidad debería ser inapreciable.
Podemos decir que no había pasado ni un año desde el descubrimiento de los rayos X y ya habían proliferado ensayos terapéuticos como los descritos. Sin embargo estos casos carecían de una justificación clara y la información técnica y de la evolución de los pacientes era escasa. Fue en noviembre de 1896 cuando podemos encontrar la aplicación mejor justificada y descrita hasta el momento: el dermatólogo vienés Leopold Freund, trató una niña de 5 años que padecía de un nevus piloso que le cubría toda la espalda. Freund tenía 28 años y practicaba la dermatología desde que se había licenciado un año antes. Pensó que podría acabar con el pelo de la espalda de la niña utilizando rayos X por una noticia que había leído en un periódico. En ella se describía cómo un ingeniero que había perdido el pelo tras experimentar continuadamente con esta radiación.
Freund comenzó el tratamiento el 24 de noviembre de 1896. Se llevó a cabo con un aparato de rayos X que se encontraba en un instituto de investigación de fotografía de Viena. Impartía una sesión al día y cada una duraba dos horas. Realizó una primera serie de diez sesiones sólo en la mitad superior de la espalda. Al concluir el tratamiento apreció que el pelo empezaba a caer y días después la piel irradiada estaba depilada y sólo se apreciaba una ligera dermatitis. A Freund le surgieron dudas sobre si el efecto biológico apreciado se debía a los propios rayos X o a corrientes eléctricas producidas por el alto voltaje del generador. Comenzó una segunda serie de tratamientos que cubría el resto de la espalda, pero ahora, para comprobar el origen de la depilación, protegió a la paciente del campo eléctrico con una lámina de aluminio. Para compensar el efecto de absorción de la radiación por la lámina decidió aumentar el número de sesiones a veintiuna. De nuevo consiguió la depilación de la zona tratada, pero también provocó una úlcera en la región lumbar que tardó seis años en curarse, dejando una cicatriz. Freund estuvo presentando resultados del seguimiento de esta paciente hasta 1937. Posteriormente se volvió a contactar con la paciente cuando esta tenía 64 años. Ella misma se presentó en el instituto donde había sido tratada. Toda la piel de la espalda se encontraba depilada y no se le encontraron daños atribuibles a la radiación más allá de la cicatriz lumbar. La paciente fue seguida hasta 75 años después del tratamiento.

Fuente: KOGELNIK, H.D., 1997. Inauguration of radiotherapy as a new scientific speciality by Leopold Freund 100 years ago. Radiotherapy and Oncology: Journal of the European Society for Therapeutic Radiology and Oncology. 42 (3), pp. 203–211.
Además de la descripción de este caso, Freund realizó numerosas publicaciones versando sobre radioterapia, entre las que puede incluirse el primer libro sobre el tema.
Considerando el detalle de la descripción del primer tratamiento realizado por Freund, la justificación del mismo y la extensa bibliografía que generó, no es de extrañar que muchos autores sobre el tema consideren a Freund como el auténtico pionero de la radioterapia. Cabe destacar que incluso fue propuesto al Nobel de Medicina por el profesor de dermatología de la Universidad de Viena Ernest Finger en 1906, el que envió una extensa carta de nominación de diez páginas ensalzando el trabajo que había realizado Freund y la repercusión que cabía esperar tendría en el futuro de la medicina. Sin embargo el premio ese año fue compartido por Camillo Golgi y Santiago Ramón y Cajal en reconocimiento de su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso.
Excelente información. Gracias
Qué interesante post. Me imagino a Freud y los otros diciendo «no se mueva! Solo faltan 20 minutos». Bueno casi tan largo como un tratamiento con un CiberKnife.
Gran entrada, Salva.
Xavi, tratamientos de más de 20 minutos hemos visto algunos, sin tener que ir al CiberKnife. Que ahora parece que todo sea VMAT a toda mecha, pero no hace tanto la cosa no iba tan deprisa.
Llama la atención el título de este post, «los pioneros de la radioterapia» y su contenido, por no centrarse y ni siquiera mencionar la figura de Marie Curie, que fue la pionera de la radioterapia en su más amplio sentido de la palabra. No solo fue la descubridora del radio, a la que la palabra radioterapia debe su nombre y por lo que se le otorgó uno de sus dos premios Nobel, sino que fue la precursora de los tratamientos de radioterapia y la pionera de la aplicación del método científico en medicina, creando la nueva disciplina de la Física Médica (motivo por el cual la IOMP ha designado el 7 de Noviembre, fecha de su nacimiento, como día internacional de la Física Médica).
En 1896, tan solo un año después del descubrimiento de los rayos X, Becquerel descubrió por casualidad el fenómeno de la radiactividad natural debido a los misteriosos rayos emitidos por las sales de uranio. La expectación que produjeron los maravillosos Rayos X que desvelaban la naturaleza interna del cuerpo humano, hizo que el descubrimiento de Becquerel no tuviera casi impacto en la comunidad científica. Muchos fueron los médicos que aprovechando el novedoso descubrimiento de los Rayos X intentaron encontrar una aplicación médica que fuera más allá de la diagnóstica, como es el caso de los protagonistas de este post. A juzgar por sus resultados y por la información de este post, se trató de una serie de experimentos realizados por médicos o estudiantes de medicina que haciendo uso de equipos de Rayos X de los que no controlaban la técnica, ni aplicaron método científico alguno, ensayaron con algunos pacientes. Estos murieron al poco tiempo del tratamiento, o sufrieron graves secuelas como las documentadas en este post (llama la atención el caso de la impresionante úlcera en la espalda de la niña de 5 años que tardó varios meses en curarse y que a los 75 años presentaba todavía una cicatriz de tamaño importante).
A diferencia de estos, Marie Curie se interesó por el descubrimiento de Becquerel, al cual él no había sabido sacar partido y había abandonado su investigacion. Fue entonces, cuando la recién licenciada en Física por la Sorbona Marie Curie (la única mujer y la primera de su clase), le propuso a Becquerel como tema para su tesis doctoral el estudio de esos misteriosos «rayos uránicos» como el los bautizó. Su enfoque diferente al de él, basado en un brillante montaje experimental para cuantificar la emisión radiactiva, en el que utilizaba una balanza piezo-eléctrica diseñada por su marido Pierre Curie, le permitió el descubrimiento del radio y del polonio, su precisa cuantificación, y la determinación de la novedosa propiedad de la materia que ella bautizó con el nombre de “radiactividad”. Determinó el peso atómico del radio con impresionante exactitud para la época y dio libre difusión a sus conocimientos con 179 publicaciones científicas y su famoso “tratado de la radiactividad”. No quiso realizar ninguna patente sobre su complejo montaje experimental necesario para extraer el radio de la pechblenda con el fin de que los científicos/as de todo el mundo se beneficiaran de su descubrimiento y de la aplicación del radio para el tratamiento del cáncer. Como ella misma dijo, “la ciencia debe estar al servicio de la humanidad”.
A parte de ganar dos premios Nobel por estos descubrimientos, fue la designada por un comité de expertos de la época para crear el patrón primario internacional del radio, estableciendo el Curio. Creó además toda una red de laboratorios conectados en Francia para la extracción y medida precisa del radio y estableció relaciones con la industria para abastecer a todo el país del preciado radio que había empezado a ser muy valorado por sus propiedades terapéuticas. Para financiar la industria del radio en Francia empleó el dinero obtenido con el premio Nobel otorgado a ella y a su marido Pierre Curie. Fundó además el centro nacional de metrología de la radiactividad, que dio soporte a la industria, a la medicina y a la minería, emitiendo certificados acreditados y haciendo de patrón primario y secundario para otros países. Esta labor tan importante de precisión en la medida de la dosis de las muestras radiactivas fue clave para establecer los tratamientos médicos adecuados; al principio con tubos de radio y posteriormente con la incipientes bombas de radio, que fueron sustituidas por las de cobalto y a continuación por los aceleradores médicos empleados hoy en día en la radioterapia.
Tras finalizar la primera guerra mundial, consiguió los fondos necesarios para poner en marcha el Instituto del Radio, que fue el primer centro multidisciplinar que coordinó la investigación científica, las relaciones con la industria y el asesoramiento para el progreso de las aplicaciones bio-médicas al cargo del Dr. Cladius Regaud. El Instituto del Radio evolucionó a lo que es hoy en día la Fundación Curie, centro de referencia para la investigación y tratamiento del cáncer a nivel europeo.
Creo que con estas pinceladas sobre la biografía de Marie Curie es innegable su papel como pionera de la radioterapia. Me gustaría acabar este comentario con la frase de la propia Marie Curie durante la inauguración del Instituto del Radio de Varsovia, su ciudad natal, en 1932. “Los tratamientos médicos deberían estar respaldados permanentemente por la investigación científica, sin la cual no es posible avanzar”.
Estoy completamente de acuerdo contigo. El importantísimo papel de Marie Curie en el desarrollo del uso médico de las radiaciones es inegable. Sin duda, su aportación merece en este blog no una entrada, sino muchas, pues resumir su trabajo en una sóla sería menospreciarlo. La intención de esta entrada es tan sólo presentar la intensa actividad que hubo por parte de profesionales médicos en tan sólo un año desde el descubrimiento de los rayos X, teniendo unos más acierto que otros.